Establecido por la Unesco en 1982,
atendiendo a una iniciativa del Comité Internacional de Danza, perteneciente al
Instituto Internacional de Teatro (ITI/UNESCO) se estableció el día
internacional de la danza el 29 de abril, coincidiendo con el nacimiento de
Jean-Georges Noverre, innovador y estudioso de este arte, maestro y creador del
ballet moderno.
La fecha es una excelente
oportunidad para destacar los beneficios de bailar y danzar.
Al bailar nuestros pies y el resto del cuerpo se mueven al
ritmo de la música. Dejarse llevar es fácil... Sin embargo, nuestro cerebro
está llevando a cabo complicadas "coreografías" entre distintas
regiones cerebrales para permitirnos danzar al ritmo de un vals, una bachata,
un tango...
La danza es una forma universal de expresión humana que
apareció hace casi dos millones de años y ofrece una oportunidad única para
investigar la plasticidad del cerebro y su interacción en el comportamiento. Un
estudio publicado en "Annals of the New York Academy of Sciences",
sugiere que el aprendizaje del baile se acompaña de cambios a largo plazo en la
materia gris y blanca del cerebro.
Desde la sociedad Española de Neurología, hoy día de la
danza, nos recuerdan que gracias a las técnicas de neuroimagen se han
identificado varias regiones del cerebro implicadas en este proceso: en el
lóbulo frontal se produce la planificación del movimiento; la corteza premotora
y el área motora suplementaria se encargan de nuestra posición espacial y de
permitirnos recordar acciones anteriores; la corteza motora primaria envía
instrucciones a los músculos; mientras que el cerebelo y los ganglios basales
nos mantienen en equilibrio y permiten la sincronización del movimiento.
“Aunque queda mucho por seguir estudiando, las
investigaciones que se han hecho al respecto han determinado que la danza,
desde el punto de vista neurológico, es un proceso complejo en el que se
activan circuitos neuronales motores y sensoriales a la vez que la música
estimula los centros de recompensa del cerebro”, explica el Dr. Pablo Irimia,
Vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “Además se ha determinado
que mientras unas áreas del cerebro se encargan de la orientación corporal y
nos permiten movernos en el espacio en la dirección adecuada, existen otras que
hacen que podamos sincronizar nuestros movimientos con la música”.
La terapia de movimiento con baile tiene efectos positivos
en patologías como la enfermedad de Parkinson, donde ayuda a hacer el
movimiento más fluido, el autismo y otros trastornos psiquiátricos. “Cuando
bailamos o hacemos otro tipo de ejercicio físico, estamos trabajando y
estimulando diferentes áreas del cerebro. Y en el paciente neurológico algunos
estudios han observado un doble beneficio del baile: por un lado el efecto
positivo que tiene la realización de ejercicio físico, como en cualquier
persona sana, y por otro estimular las áreas del cerebro que facilitan el
equilibrio y la coordinación del movimiento”, señala el Dr. Pablo Irimia.
Al tratarse de ejercicio físico, bailar puede contribuir
también a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades como hipertensión,
diabetes, depresión, obesidad y el estrés. Y podría disminuir el riesgo de
diferentes enfermedades neurológicas como el ictus o la demencia tanto de tipo
Alzheimer como demencia vascular.
Las alteraciones motoras son uno de los síntomas más
importantes y que más afectan a la calidad de vida en muchas de las
enfermedades neurológicas, algunos expertos sostienen que la danza puede ayudar
en la rehabilitación de patologías como la enfermedad de Parkinson en fases
iniciales, y reducir el riesgo de caídas en las personas mayores.