Hermafrodita y monógamo intercambia rol sexual con su pareja
Este pez de los arrecifes de coral frente a
Panamá, conforma la pareja más rara. Esta criatura hermafrodita monógama
de apenas 8 cm de longitud cambia de sexo con su compañero al menos 20
veces al día. En un momento, uno es el macho y otra la hembra, y un
rato después, al revés.
Este inusual
comportamiento, descrito por biólogos de la Universidad de Florida (EE.UU.) en
la revista Journal of Behavioral Ecology, se debe a una estrategia
reproductiva que permite a los individuos de serrano pálido (Serranus tortugarum)
fertilizar los huevos que producen, lo que les supone una ventaja. Este hábito
puede parecer raro pero a la larga ofrece lo que los seres humanos sabemos de
las relaciones: que uno recibe lo que da.
Lo que
ocurre es que cada ejemplar presta atención a si su pareja contribuye de igual
forma a la relación. De hecho, el dúo se motiva entre sí para contribuir
con más huevos. Y la única manera de convencer a la pareja para que
produzca más es tomar el relevo y generar más uno mismo.
Los autores
estudiaron estos peces durante seis meses en aguas de Panamá. Para su sorpresa,
todas las parejas permanecieron juntas, hasta que uno de ellos o ambos
desaparecían del sitio de estudio. Se sabe que solo del 3% al 5% de los
animales conocidos viven de forma monógama, así que esto es algo difícil de
encontrar, especialmente para un pez que vive en un grupo social de alta
densidad donde hay muchas oportunidades de iniciar un nuevo «romance».
Juegos antes del anochecer
Durante toda
su vida adulta, la pareja de peces se une durante dos horas cada día antes del
anochecer en su área de refugio, o territorio de desove. Ahuyentan a otros
peces y comienzan con un ritual de juegos previos de media hora flotando uno
alrededor del otro, una actividad que ayuda a fortalecer la unión de la pareja.
Con el tiempo se hace evidente qué pez va a asumir el papel femenino para la
primera de muchas rondas de desove.
La búsqueda
de una nueva pareja cada noche es perder el tiempo y resulta arriesgado para un
pez que sólo vive alrededor de un año. Tener una pareja segura puede ayudar a
asegurar que los individuos fertilicen un número similar de huevos, en lugar de
arriesgarse a terminar con una pareja que tenga menos.
El pez, sin
embargo, no se opone a tener una aventura ocasional. Si uno de los
miembros de la pareja tiene más huevos que el otro, puede compartir el extra
con otras parejas. Aunque esta opción es poco frecuente, ya que sucedió sólo el
20% del tiempo en el grupo de estudio. Y, además, el pez siempre vuelve con su
compañero al final del día.
Castores,
nutrias y lobos son unas de las pocas especies que pasan la vida en pareja. Si
un lobo enviuda, sus instintos entran en juego y el lobo reemplazará
rápidamente su excompañero. Pero la vida para estos peces después de perder a
su pareja puede ser más difícil. Puesto que los adultos están emparejados,
parece probable que la búsqueda de una nueva pareja sería difícil para un
pez solitario.
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