Los mensajeros de
la Antigüedad se exponían a perder la vida cuando llevaban noticias
infortunadas a los poderosos.
Muchas crónicas y
obras literarias dan testimonio de ello: promesas de oro y perlas si las nuevas
eran las que se esperaban ansiosamente y azotes, tortura y muerte en el caso
contrario.
En la Edad Media
era costumbre azotar al mensajero portador de malas noticias, aunque ya no se
le daba muerte.
Actualmente matar
al mensajero alude a la indignación que
provocan quienes dan a conocer malas noticias, aunque esa indignación yerre el
blanco. Y los periodistas son quienes dan las incorrectamente llamadas malas
noticias (en realidad los sucesos son los malos, la información solo da cuenta
de lo sucedido) y las autoridades son las indignadas.
Es la situación que se presenta casi siempre- y seguirá
presentándose- cuando los gobiernos critican la información periodística por
“exagerar los hechos y crear ambientes
negativos de zozobra e inquietud en la sociedad”.
Tal es lo que ha ocurrido en los últimos días a raíz de los
asesinatos en una notaría y del fotógrafo Luis Choy en el Perú.
Tanto el Presidente como el Jefe del Gabinete han expresado
duros comentarios por las coberturas de los casos, por lo que ellos han
considerado “demasiado extensas, reiterativas y promotoras de los delincuentes”
En realidad, tal vez lo que ellos hubieran querido es que se
informara brevemente…o que no se informara.
Cada emisión fue como un dedo acusador por la ineficaz lucha contra la
delincuencia y la inseguridad ciudadana.
No sólo los medios periodísticos sino también casi todos los
sectores de la sociedad criticaron la posición del gobierno.
Una de las opiniones fue la de Keiko Fujimori , la lideresa
de Fuerza 2011, quien manifestó: "Señor Humala, si el 68% de la población
ha sido víctima de robo, el problema no son los medios de comunicación, es la
ineficacia de su gobierno"
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