Los chuponeadores volvieron a aparecer en una campaña
electoral. Antes lo hicieron con el bochornoso audio que sacó a Lourdes Flores
de la carrera por la alcaldía de Lima frente a Susana Villarán. Anoche, a pocas
horas del proceso de revocatoria, se difundió un audio que hace hablar al
"mudo" Luis Castañeda, confirmando su activa participación en la
campaña por el SI a la revocatoria.
Como ya el autor lo sostuvo en otras oportunidades,
ningún chuponeo tendría impacto si no es difundido por un medio de comunicación, y esto, porque como lo sostiene el gran
especialista español Manuel Castells, la política es mediática. Ahora bien, los
partidarios del NO podrían no lograr sus propósitos de restarle credibilidad a
sus contrarios.
Las razones se pueden encontrar en lo que sostiene
Castells en su investigación sobre El
poder en la era de las redes sociales, al referirse a los casos de
Berlusconi y Clinton. Aquí el texto pertinente, en el que también
se refiere a la industria del desprestigio del rival político:
Es el mensaje más simple, una persona, un rostro humano. Ése
es el mensaje fundamental en política en todo el mundo. ¿Por qué? Porque
finalmente la gente se fía de una persona. Establecen un vínculo
fundamentalmente emocional con una persona y, por tanto, le asignan al mensaje
un rostro humano. Hay un vínculo directo entre la política mediática como
política esencialmente dominante y la política ligada a la persona. Es la
personalización de la política. En todos los sistemas políticos de este
momento, lo más importante es la persona que representa el liderazgo de la
opción política. Es la venta de una persona.
Si la confianza en la persona es el mensaje, la forma
fundamental de la política es la destrucción de la credibilidad y de la
fiabilidad de la persona. O sea, es el asesinato de la reputación personal del
líder y su entorno. Y eso se consigue mediante la construcción de escándalos en
torno a las personalidades políticas mediáticas. Escándalos que algunas veces
son simplemente la difusión de información que destruye la credibilidad de la
persona. Se puede fabricar o ser verdad y mucha es mitad y mitad, se fabrica a
partir de cierta realidad.
Lo que ocurre, además, es que la política mediática es muy
cara, porque no dura sólo la campaña electoral, sino que es constante. Implica
toda clase de operaciones que tienen un costo alto. Casi todos los partidos,
según los países, recurren a la financiación ilegal, y como hay siempre
ilegalidades, éstas se descubren de una manera u otra, y contribuyen a
alimentar los escándalos. Incluso se ha creado una industria en torno a esto.
En Estados Unidos
En Estados Unidos se llama la industria de la investigación
de la oposición. La integran gente que profesionalmente se dedica a buscar
informaciones dañinas sobre los políticos. Lo hacen para cualquier partido, con
una alta profesionalidad. Cuanto más arrogante es el poder, cuanto más
arrogantes son los políticos, sobre todo los hombres, más se dedican a
vanagloriarse sin tomar demasiadas precauciones. Las mujeres son más
cuidadosas, aunque no están exentas, pero los hombres son extremadamente
imprudentes y dados a hablar de lo que no debieran incluso por teléfono móvil.
De ahí que si hacemos una tabla de todos los grandes
escándalos en los principales países del mundo en los últimos veinte años,
vemos que sistemáticamente todos los cambios de gobierno o de régimen han
estado directamente asociados a la política de escándalo.
Los efectos no son
evidentes
Ahora bien, cuáles son los efectos de los escándalos. No son
tan directos y evidentes. Son variables. El efecto general de falta de
legitimidad política generado por un escándalo demuestra que la persona
afectada no es de fiar, pero como nadie es fiable, la gente se queda con los
que siente más cerca. Un ejemplo muy claro de esto es Berlusconi.
Berlusconi ha sido documentado como mafioso, como abusador
de menores, con fotos. En la prensa italiana los titulares pasaron
conversaciones entre sus dos ministras acerca de cómo estimularlo sexualmente
en la cama. Todo esto está documentado, abierto, y la gente siguió votando por
Berlusconi. Cuando se investiga el tema resulta que los italianos están hartos
de toda su clase política y por lo menos con Berlusconi se divertían. Los que
no son corruptos son aburridos y nadie les cree. El hundimiento de la
credibilidad de la clase política italiana ha creado tal efecto de destrucción
de todo el sistema que sobre las ruinas actúan con éxito los bufones.
Obviamente, la calidad de la política se va deteriorando.
Un caso un poco más noble: Clinton y su escándalo sexual con
Mónica Lewinsky. Después de mirar al país a los ojos en la televisión y decir
no lo hice, y más tarde reconocer que fue una mentira, acabó su mandato con el
nivel más alto de popularidad que ha tenido ningún presidente de Estados
Unidos. Y cuando le preguntaban a la gente en las encuestas, todos decían lo mismo:
sí es un mentiroso, pero todos los políticos son mentirosos y él es un
mentiroso más simpático que los otros.
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